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sábado, 17 de noviembre de 2012

EVDOKIM PEREVALSKY.......Omnium Ars

















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EVDOKIM PEREVALSKY Y SUS CIUDADES INTERNAS

            Las casas son imágenes de la personalidad y las ciudades, conjunto de casas organizadas a lo largo de calles y avenidas, así como dispuestas alrededor de plazas, representan el universo. Los tejados y las terrazas son la cabeza y el espíritu; las ventanas, los ojos y las puertas las bocas que sirven para hablar y para besar. Las calles, si son escalonadas, tanto sirven para subir como para bajar, pero la predisposición de cada persona al verlas de una manera o de otra siempre lleva a interpretaciones ascendentes o descendentes del espíritu. Y si el sol da de lleno a las fachadas, las tejas tienen el activo rojizo de la sangre, los porticones de los ventanales están abiertos de par en par y se encuentran pocas persianas bajadas, como pasa en la mayoría de los cuadros de Evdokim Perevalsky, la primera sensación de que el pintor nos transmite un mensaje de solidaridad y de optimismo; de positiva afirmación de que los hombres y las mujeres hemos de caminar juntos a la conquista de la felicidad colectiva para obtener la individual.
            Evdokim Perevalsky es ucraniano. Nació el 11 de Octubre de 1970 en Kiev –Kiiv en la lengua propia de su país- y reside en Girona desde 1997. Llegó a Cataluña hablando ruso y ucraniano como lenguas propias y con buenos conocimientos de inglés porque cursó sus primeros estudios en la escuela anglo-ucraniana de su ciudad natal, capital de Ucrania desde 1934. Kiev -o Kiiv- había fuertemente padecido durante la Segunda Gerra Mundial y de 850.000 habitantes que tenía el año 1939, pasó a solamente 200.000 en 1945; pero pronto supo rehacer su tejido industrial y la capital recuperó poder económico. La familia Perevalsky tenía, pero, un marcado interés por la cultura propia del país y eso representó que pasase por diversas dificultades dentro de un régimen que velaba por el uniformismo de pensamiento, lengua y voluntad política dentro de la Unión de Repúblicas Soviéticas. Pero Evdokim Perevalsky –el nombre equivale, sencillamente, a nuestro Joaquin y el apellido viene a significar “piedra que va rodando”- ya tení a su abuelo y a su padre pintores, su hermana mayor también pintaba y él, que pronto demostró habilidades para el dibujo y el color, se encontraba como predestinado a seguir una carrera de Bellas Artes.
            Si Perevalsky de piedra que va rodando –la vida llevaría a Evdokim a hacer de “rodamundo”- Ucrania significa tierra fronteriza, marca. País muy extenso y con muchas riquezas naturales, limita con Bielorrusia, Rusia, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumania, Moldavia, mar Negro y mar de Asov. Su historia es muy convulsa, con siglos de dominación de unos pueblos sobre otros y con mal endémico de la esclavitud que recaía sobre las clases campesinas. Enfrentándose a toda clase de peligros, fueron miles los ucranianos que optaron por la emigración a Estados Unidos y Canadá, así como hacia otros países de Europa y América. El régimen comunista y el predominio de Rusia, impulsado desde Moscú, llevaron a que los sentimientos nacionales ucranianos, también reprimidos por el anterior régimen zarista, tomasen consistencia. La desestalinización de los años sesenta del pasado siglo XX provocó en el caso de los ucranianos una mas intensa desrusificación. Los valores nacionales, que ya habían conseguido una notable implantación entre las clases cultas en lo referente a las artes plásticas y la literatura, recibieron nuevo impulso en la recuperación de formas populares.
            Evdokim Perevalsky estudió gravado y pintura en la escuela nacional de Bellas Artes de Ucrania, que lleva el nombre de Taras Sevcenko, el gran poeta y pintor ucraniano. Este, hijo de un servidor de la tierra, había demostrado gran capacidad para las letras y su amo lo enviaría a estudiar a Petersburgo; allí se le despertaron ideas de justicia social y por sus manifestaciones a favor de las clases oprimidas sería arrestado y deportado a Orengurg; donde empezó a pintar. Literato y artista plástico de primer orden ha quedado como una de las grandes glorias de Ucrania y es ampliamente conocido por los estudiosos del arte de todo el mundo occidental. Igual sucede con el también pintor ucraniano, nacionalizado norte-americano, Alexandre Archipenko, dentro del arte contemporáneo.
            La formación artística de Evdokim Perevalsky sería clásica y popular entonces, ya que compaginaría el estudio de las grandes obras de la pintura de todas las épocas con la práctica del grabado con iconografías  basadas en leyendas y tradiciones ucranianas. Éstas son muy ricas dentro de la iconografía eslava y combinan los ritos que vienen de los orígenes naturales del ser humano con las creencias cristianas. Posiblemente por esta razón el joven Perevalsky, que pasó a formarse universitariamente en la Academia de Bellas Artes establecida en su ciudad natal, consiguió graduarse con una serie de grabados que tituló “Demonología”.
            Los “demonos” –los demonios- eran dentro de la concepción griega unos seres divinos que llegaban a la categoría de dioses, pero que disponían de determinados poderes con los que podían influir sobre el destino de los humanos. Podían favorecer, pero también perjudicar. Por este aspecto negativo posteriormente fueron considerados maléficos y dentro de la cultura religiosa occidental las acciones de los demonios son reprobables porque se oponen a la bondad divina. Pero es necesario remontarse a los principios para recordar el pecado de soberbia en el que incurrieron los ángeles caídos y así poder comprender, como Dionisio el Aeropagita explicaba, que eran seres que habían traicionado su natural bondad, aquella con la que habían estado creados. En este sentido hay que entender la “Demonología” con la que decidió graduarse el artista del que ahora tratamos, con toda una serie de subtiles y ocultas referencias a la sociedad en que vivía.
            Acabados los estudios reglados el año 1994, Evdokim Perevalsky ingresó el año siguiente en la Unión de Artistas de Ucrania y participó muy pronto en las exposiciones bianuales organizadas por aquella entidad. También lo hizo en otras exposiciones colectivas, tanto de pintura como de grabado, en Kiev y fue seleccionado para enviar obra a la Academia de Bellas Artes Ucranianas que existe en la ciudad norte-americana de Chicago. Su pintura, siempre figurativa, era muy realista y buscaba describir paisajes urbanos con sentido romántico. En aquellos momentos, creo, se proyectaba mejor en el grabado, que le daba mas libertad para combinar la realidad con los sueños. Como artista era muy joven y necesitaba poner de acuerdo el desasosiego con las ideas. A pesar de todo, sus obras atrajeron a galerista y coleccionistas, así como a organismos oficiales que le compraron pinturas y grabados.
            Fue, pero, cuando desde el año 1997 decidió vivir y trabajar en Cataluña –concretamente, en Girona, con estancias de fin de semana en Camprodón- después de visitar como turista diversos lugares del conjunto de España, consiguió encontrar su mas representativa forma de ser. Necesitaba estabilizarse de acuerdo con lo que íntimamente sentía para poder explicarlo con acento propio que todo artista quiere para crear. Y Girona –también Besalú, Castellfollit de la Roca y otras poblaciones de las comarcas de Girona le ayudaron a entrar en lo que buscaba.
            Hace años, en un librito titulado “Presencia de Catalunya”, editado durante la guerra civil española por los servicios de cultura de la Generalitat republicana, leí, entre otros textos en verso y en prosa dedicados por muchos y diversos autores a exaltar las comarcas catalanas, la descripción que de Girona hacía Joaquim Ruyra. El excelente prosista, que pasó gran parte de su infancia en Blanes pero también fue a estudiar a Girona, rememoraba sus impresiones sobre la ciudad vista desde el Pont de Pedra sobre el río Onyar. Sin saber exactamente porqué, algunas de las pinturas de Evdokim Perevalsky, aunque inspiradas en Besalú, Cadaqués, Camprodón y lugares de Italia y de Grecia, me hacían recordar aquella antigua lectura, buscar el pequeño volumen en mi biblioteca, releer y seleccionar los párrafos que a continuación reproduzco:
“desde allí –desde el Pont de Pedra, decía Ruyra- desde donde se ven las casas de Girona extenderse al lado del río, amazacotadas, desiguales y toscas, formando un conjunto chillón como una multitud de mendigos vestidos con ropas apedazadas con toda suerte de harapos. Ningún arquitecto ha ideado una sola de sus líneas; han crecido sin arte ni regla, siguiendo las sinuosidades del río y adoptando con franqueza, a la vista de todos, la actitud más conveniente para lanzar al agua sus inmundicias. La policía urbana tendrá mucho que decir; pero el pintor y el poeta, que saben prescindir de ciertas miserias, se encantan. Hay riqueza de color, hay exhuberancia de vida, hay algo del instinto divino, que ha presidido la formación de nidos de golondrinas. Y con su aspecto de mendigos y miserables, aquellas casas tienen un alma joven y alegre, que aparece de sus ventanas y balcones al primer rayo de sol. La luz encuentra miles de vidrios dónde reflejar sus olas de oro; el viento encuentra cortinas de todas las formas para jugar a banderolas”.
            Actualmente ya las vió Evdokim Perevalsky, las fachadas de detrás de las casas que en Girona dan al rio Onyar son más pulidas, alegres y frescas de color que cuando las veía Ruyra que, curiosamente, también llevaba el nombre Joaquim. La ciudad decidió dignificarlas  y ya no hacen pensar en los harapos de los antiguos mendigos, que iban formando grupos para pedir pequeñas limosnas. Encumbradas por la cúpula de la catedral, son el ejemplo de una ciudad en marcha, que observa, curiosa, desde los vidrios de sus ventanas, con las persianas subidas, los visitantes y vela por los gerundenses que la forman. Pero, establecidas las naturales diferencias que nacen del origen y de la formación ucraniana del pintor, podemos encontrar coincidencias de concepto y de interpretación con lo que había escrito Ruyra. Este, nacido en Girona el año 1858 y muerto en Barcelona a principios de 1939, nunca pensó en Ucrania y es casi seguro que para Perevalsky, con el que nunca he hablado de esta cuestión, sea una sorpresa en la coincidencia de situaciones anímicas que aquí establezco. Pero en la vida humana, a pesar de las separaciones geográficas y a las diferente formaciones culturales que afectan a las personas, hay sorprendentes sintonías que rompen con el tiempo y con las costumbre para relacionarlos a todos –especialmente a los artistas, que disponen de sensibilidades muy especiales- en la unidad de conceptos.
            Casi siempre a la orilla de los ríos de aguas quietas o de mares exentos olas, las casas, los pueblos y las ciudades que acaban formando las primeras ayudándose las unas a las otras para crecer hacia unos cielos sin amplitud y que sugieren tormentas, son expresión de unas realidades internas. Se parecen a lo que existe porque Perevalsky las ha visto una a una y en pequeños conjuntos, pero, proyectadas como un conjunto en los cuadros, estableciendo una nueva realidad.
            El pensamiento del pintor es el que manda y por medio de él llegamos a descubrir situaciones internas que particularmente nos afectan y nos abren nuevas perspectivas individuales y colectivas. Evdokim Perevalsky actúa instintivamente como si fuese un taumaturgo plástico con el milagro de levantar casas que muy poco tienen que ver con la arquitectura externa y mucho con la interna de las personas.
                                                                                                         

Josep Maria Cadena


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